Ante
un perro abandonado o atropellado en la calle, la instalación de un circo, el
paso de un caballo sobrecargado y exhausto, los atropellos y contaminación de
la minería y tantas otras circunstancias cotidianas de nuestras vidas, los
sentimientos afloran en las personas bien nacidas.
El
odio, la ira, la tristeza, la desesperación, suelen ser los sentimientos que
acuden primero, de a uno o todos juntos. Hasta un malestar corporal suele
presentarse en esos momentos en que la injusticia y la maldad compiten para ver
quién manda.
Pasados
los primeros segundos es donde se produce la bifurcación de los caminos que los
seres humanos tomamos. Y estos caminos son muchos y diversos. La resignación y
el seguir adelante puede ser uno, pese a
hacerlo con dolor. La indignación seguida de insultos o algún tipo de violencia
física o verbal, otro. El comentarlo a
nuestros allegados físicos o de redes virtuales, es un camino muy transitado.
Pero permítanme hacer foco en otro camino posible, al que considero más
productivo y al que quiero invitarlos. La acción.
Considero
a la acción como el mejor y más beneficioso camino, para finalizar o detener
cualquiera de las situaciones injustas y dolorosas enumeradas más arriba. La
acción inteligente, planeada, sostenida en el tiempo, tanto individual como
colectiva.
Pero
la acción también puede transitar muchos caminos. En cualquiera de los
horribles casos anteriores es tanto válido, como productivo, el compromiso con
la participación personal como actor
fundamental.
Suele
pensarse, y utiizarse con algún que otro nivel de éxito, el desarrollo y envío
de cadenas de mails. Otra forma virtual es la ya comentada difusión en las redes sociales. La repercusión en la prensa de los hechos
relatados, puede o no tener éxito, pues guiados por diversos intereses
mediáticos, a veces nuestros reclamos no son tomados en cuenta, o lo que es
peor aún, ridiculizados como provenientes de un grupo de fanáticos.
Al
enumerar los caminos posibles, hay uno que quiero destacar y, además,
invitarlos a recorrer. El de la participación en la política. No debe pensarse
como limitada a trabajar dentro de un partido político o a fundar uno nuevo,
aunque ambas son útiles y válidas. Debe
entenderse como el accionar sobre los legisladores (Concejales, Diputados,
Senadores, etc) en forma individual o colectiva. Si se tiene en claro que éstos
son los que formulan y reglamentan las leyes que nos moderan y guían nuestra
vida diaria, que estas leyes regulan la mayoría de nuestro accionar cotidiano,
se debe comprender la necesidad de la
existencia de estas normas para evitar, hacer cesar o incluso impedir que
ocurran los hechos horribles que nos preocupan.
Que
no es fácil, corto ni instantáneo este camino, no me lo digan, pues ya lo sé.
Pero que es el más efectivo, lo es sin
dudas. ¿Cuántos cambios produjeron el llanto o el lamento de los esclavos negros? ¿Cuántos
derechos obtuvieron las minorías con el insulto y la indignación? Creo que
ninguno. Fueron estos sentimientos traducidos en leyes los que cambiaron la
historia.
Creo
fervientemente que ese es el camino a seguir. Por nuestro planeta, por los
animales, por nosotros mismos. Caminemos juntos.
Eduardo Murphy
Director
Centro
Argentino para el Derecho Animal y Ambiental